INMEMORIAL

INMEMORIAL Que es tan remoto en el tiempo que no es posible recordar cuándo comenzó. “Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto)”. (J. Borges - Funes el memorioso) Así como Funes, aquel personaje de Borges incapaz del olvido, la historia se convierte en una hipermemoria sofocante que de tanta memoria, priva la posibilidad de recordar, pensar o sentir; para hablar de lo que no es susceptible ni de olvido, ni de recuerdo, porque jamás se ha vivido ni conocido y sin embargo no nos abandona. En ese sentido, Luc Nancy habla de lo inmemorial como la pura falta de recuerdo lo que remonta a una memoria infinita, una hipermemoria que es inmemorial como don absoluto de reconocer lo que ya no es, pero que promete el retorno de una presencia (que se va) para facultar el sentir. Es decir, en lo inmemorial está, no sólo la memoria de todo y cuanto precede al nacimiento, sino también el poder de olvidar como necesidad del ser para ser. Pensemos por ejemplo en la música: el fragmento de una pieza musical es el inmemorial de toda la pieza, en cuanto exige no solo la presencia del sonido (la memoria, la luz), sino también el silencio (el olvido, la oscuridad). En la exposición INMEMORIAL del artista Yury Forero, se expresa el interés por la historia, el tiempo y la posverdad; a partir de objetos, fragmentos documentales y activación de performance, como espacios para ficcionar la historia, darle retorno a la presencia (que se va) y facultar en el observador el ritmo del recuerdo y el olvido inmemorial. Como centro de la exposición se encuentra “Pilares”, una serie de seis fotografías de personas presidenciables asesinadas; allí, los muertos son cuerpos que ya no están y la presencia negativa de esos cuerpos en un estar y no estar, lo que deconstruye la presencia que vuelve con la mirada, para ser inmediatamente retirada e intocable en una relación con aquello que no puede ser ni olvidado ni recordado, como presencia de la muerte que se repite incesantemente y se incrusta en el hecho social, psicológico y corporal de los cuerpos sin cuerpo, en una presencia que es lo que ya no es. Estas dicotomías paradójicas de lo inmemorial se encuentran en todas las piezas de la exposición, que conectadas de formas múltiples y heterogéneas combinan fragmentos vitales, ficcionando y dando presencia al autor desde lo político, lo simbólico y lo objetual en la intocabilidad y aprehensión del presente inefable, efímero e impermanente: la acción de secar café como performatividad que enuncia la hipermemoria del conflicto en Colombia; la idea de moverse para salir del laberinto, pero perdida y burocratizada en el mueble- silla; la ruptura con la formalidad y coherencia de un solo lenguaje, para pluralizar el devenir de la experimentación del artista desde lo abstracto y figurativo como ritmos inmemoriales. Ahora bien, el artista no quedó ajeno y anegado en la hipermemoria de una identidad sometida a la ilusión de la permanencia, sino que nómada en su diagramación vital deviene entre preguntas, afectos, silencios, materiales, lenguajes plásticos, tiempos, signos, símbolos y tensiones en la realidad y el pensamiento: El performance, el tiempo, lo efímero: la exposición como ficcionalización posestética entre el presente de la obra y lo diferido, la huella, la telepresencia. Los tiempos inmemoriales de indiferenciación y conjugación son justamente la contemporaneidad: la mirada que percibe las tinieblas de un presente como interrupción, prolongación y retirada del ahora impermanente. Diana Carolina Ochoa Ordóñez. Korelina, 2018.